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Devocional "La cruz, más que una moda"

Por: Guido Maldonado

 
Hoy la imagen de la cruz dentro del círculo cristiano es cada vez más popular; la vemos en templos, afiches, poleras, incluso en tatuajes… pero me salta la duda con respecto al mandato de Jesús como requisito para ser un discípulo. “El de tomar la cruz, negarse a sí mismo y seguirle cada día”.

¿Por qué una cruz y no un corazón, o flores, o un águila?

La cruz es un símbolo de muerte y sacrifico, Jesús nunca engañó a sus discípulos, ellos en su contexto sabían que este era un medio de tortura y muerte. Hoy hemos romantizado la cruz y es casi un cliché o un amuleto para muchos.

La cruz nos recuerda al Hijo sufriente de Dios, a Jesús quien sufrió una muerte insoportable experimentando toda la ira de Dios sobre Él por amor a un mundo caído. Es en el Calvario donde vemos la victoria del reino eterno. 

Muchas veces en nuestros sermones omitimos la cruz y presentamos el evangelio como un parque de diversiones, pero un evangelio sin cruz genera creyentes débiles, sentimentalistas, sin carácter, como diría Josué Irion, “cristianos de azúcar y papel”.

La cruz nos habla de un amor sacrificial que tiene su ejemplo máximo en Cristo. La cruz es más que un mero simbolismo, la cruz es más que un sentimiento emotivo.

Jesús en la Cruz por amor soportó el abandono, el menosprecio, la murmuración, el dolor físico, la tortura, el juicio social y la humillación pública.

Hoy frente a un mundo post moderno que potencia la “generación de cristal” o “copito de nieve”, una generación débil, sentimentalista, que se ofende por todo, es donde la iglesia que es contracultural por esencia necesita volver al mensaje de la Cruz.

Es en la Cruz donde vemos la expresión del amor sacrificial, no basado en el egocentrismo, sino en el amor a Dios y al prójimo.

Cuando conectamos el amor de Dios con la cruz, podemos entender que el evangelio no trata de filosofías huecas u ortodoxia paralítica, sino de un costo que vale la pena pagar.

Mateo 16:24: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

¡Soli Deo Gloria!